每日西语听力

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第二章

«Querrán decir en pesos oro» , dijo.

«No» , le aclararon, «tanto oro cuanto pesa la negra» .

«Una esclava de siete cuartas no pesa menos de ciento veinte libras» , dijo Bernarda. «y no hay mujer ni negra ni blanca que valga ciento veinte libras de oro, a no ser que cague diamantes» .

Nadie había sido más astuto que ella en el comercio de esclavos, y sabía que si el gobernador había comprado a la abisinia no debía de ser para algo tan sublime como servir en su cocina.

En esas estaba cuando oyó las primeras chirimías y los petardos de fiesta, y enseguida el alboroto de los mastines enjaulados. Salió al huerto de naranjos para ver qué pasaba.

Don Ygnacio de Alfaro y Dueñas, segundo marqués de Casalduero y señor del Darién, también había oído la música desde la hamaca de la siesta, que colgaba entre dos naranjos del huerto.

Era un hombre fúnebre, de la cáscara amarga, y de una palidez de lirio por la sangría que le hacían los murciélagos durante el sueño.

Usaba una chilaba de beduino para andar por casa y un bonete de Toledo que aumentaba su aire de desamparo. Al ver a la esposa como Dios la echó al mundo se anticipó a preguntarle:

«¿Qué músicas son esas? »

«No » , dijo ella. «¿A cómo estamos? »

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