自私的巨人1
Todas las tardes al volver del colegio tenían los niños la costumbre de ir a jugar al jardín del gigante.
Era un gran jardín solitario, con un suave y verde césped.
Brillaban aquí y allí lindas flores sobre el suelo, y había doce melocotoneros que en primavera se cubrían con una delicada floración blanquirrosada y que, en otoño, daban hermosos frutos.
Los pájaros, posados sobre las ramas, cantaban tan deliciosamente, que los niños interrumpían habitualmente sus juegos para escucharlos.
" ¡Qué dichosos somos aquí" ! se decían unos a otros.
Un día volvió el gigante.
Había ido a visitar a su amigo el ogro de Cornualles, residiendo siete años en su casa.
Al cabo de los siete años dijo todo lo que tenía que decir, pues su conversación era limitada, y decidió regresar a su castillo.
Al llegar, vio a los niños que jugaban en su jardín.
" ¿Qué hacéis ahí" ? les gritó con voz agria. Y los niños huyeron.
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