Había chuparrosas. Era la época.
Se oía el zumbido de sus alas entre las flores del jazmín que se caía de flores.
Se dio una vuelta por la repisa del Sagrado Corazón y encontró veinticuatro centavos.
Dejó los cuatro centavos y tomó el veinte.
Antes de salir, su madre lo detuvo: -¿Adónde vas?
-Con doña Inés Villalpando por un molino nuevo. El que teníamos se quebró.
-Dile que te dé un metro de tafeta negra, como ésta. -y le dio la muestra-. Que lo cargue en nuestra cuenta.
-Muy bien, mamá.
-A tu regreso cómprame unas cafiaspirinas. En la maceta del pasillo encontrarás dinero. Encontró un peso. Dejó el veinte y agarró el peso.
«Ahora me sobrará dinero para lo que se ofrezca», pensó.