A veces, cuando presento mi carnet de identidad en Francia, me lo devuelven con una sonrisa y con cierta ironía me dicen: "wow, Reino de España".
No sé entonces si se burlan de mí o si están realmente impresionados por eso del reino.
El caso es que sí, España es un reino.
Una monarquía constitucional, con un rey, Felipe VI, una reina consorte, es decir, la esposa del rey, que no tiene poderes políticos ni militares, en nuestro caso, Doña Letizia.
Una princesa heredera, Leonor, y una joven infanta, Sofía.
Leonor será reina algún día, porque es la mayor, porque su hermana pequeña también es una niña, pero principalmente porque todo parece indicar que la familia no va a seguir aumentando, así que no hay riesgo de que nazca un hermanito varón.
¿Perdón?
Sí, si por casualidad la pareja real hubiera decidido tener un tercer hijo y que este pequeño hubiese resultado ser un varón, Leonor habría perdido la corona antes incluso de que se la hubieran colocado sobre la cabeza.
Pero ¿cómo es posible algo semejante en España, un país que puede presumir de ser uno de los cuatro estados más avanzados de Europa en materia de igualdad entre hombres y mujeres?
Pues bien, esto no solo es posible, sino que tenemos que recordar que, en parte, se lo debemos a los franceses.