Los invitados de la muerte
Cuando un buque zarpa se le da la orden: "Servicio personal a sus puestos de buque".
Cada uno permanece en su puesto hasta cuando la nave sale del puerto.
Silencioso en mi puesto, frente a la torre de los torpedos, yo veía perderse en la niebla las luces de Mobile, pero no pensaba en Mary.
Pensaba en el mar.
Sabía que al día siguiente estaríamos en el golfo de México y que por esta época del año es una ruta peligrosa.
Hasta el amanecer no vi al teniente de fragata Jaime Martínez Diago, segundo oficial de operaciones, que fue el único oficial muerto en la catástrofe.
Era un hombre alto, fornido y silencioso, a quien vi en muy pocas ocasiones.
Sabía que era natural del Tolima y una excelente persona.
En cambio, esa madrugada vi al suboficial primero Julio Amador Caraballo, segundo contramaestre, alto y bien plantado, que pasó junto a mí, contempló por un instante las últimas luces de Mobile y se dirigió a su puesto.