Una parte proporcional, importantísima de las obras que custodia el Museo del Prado, tuvo su origen en encargos y patrocinios realizados por mujeres: desde lo aportado por Isabel I de Castilla hasta cuanto procede del patronazgo de Isabel II de Borbón, pasando por las colecciones de Cristina de Suecia y otras poderosas mujeres, en el Prado destaca enormemente el peso específico del patrocinio femenino.
Pero más allá del muy notable número de obras, es llamativa la importancia de las piezas en cuestión, obras maestras absolutas de la historia del arte fueron adquisiciones de mujeres.
En la historiografía artística actual han cobrado mucha relevancia los estudios sobre patronazgo femenino, entre los cuales es pertinente destacar los realizados por la profesora Noelia García, a quien ha correspondido la selección de las obras de las que nos vamos a ocupar.
Estas se sitúan en un tracto temporal que arranca de mediados del siglo XV y alcanza hasta el primer tercio del siglo XVII.
En ese período se sitúan las vidas de María de Hungría, de Juana de Austria, de Isabel Clara Eugenia, promotoras todas ellas de trabajos artísticos y mujeres de altísima cultura.
Veremos a continuación retratos, todos ellos de mujeres vinculadas por diversos motivos a la formación de colecciones de este periodo que custodia el Museo del Prado.
Con el humanismo da comienzo una nueva forma de coleccionar que se sitúa al margen del interés religioso y tampoco les importa el valor de riqueza del tesoro, que era lo que había estado ocurriendo durante toda la Edad Media.
Con el humanismo también, en el siglo XV, surgen nuevos conceptos como el de la magnificencia, la memoria, la fama… que ya habían sido acuñados por el mundo clásico, por Ovidio, y luego difundidos en el siglo XV por Petrarca, por Dante.
Era una manera de garantizar la perpetuidad de la memoria y garantizar también la inmortalidad más allá de la muerte.
En este contexto surge la figura de Isabel la Católica, ella es reina de Castilla desde 1474, cuando las tropas castellanas, capitaneadas por su esposo el príncipe don Fernando, vence en la batalla de Toro a las tropas que defendían los derechos dinásticos de Juana, la hija de Enrique IV, hermanastro de Isabel.
