El 1 de junio de 1521 el disparo de un cañón rompió el silencio del Valle de México.
Fue la señal para que los bergantines que los hombres de Cortés habían votado en Texcoco a finales de abril, pisaran sus velas y comenzaran a navegar rumbo a Tenochtitlán para ponerle sitio a la ciudad.
Desde el momento en que Hernán Cortés salió huyendo de Tenochtitlán y lloró su derrota en la noche triste, se prometió regresar con sus aliados tlaxcaltecas para poner fin al Imperio México.
Cortés y sus aliados coincidieron que para derrotarlo era necesario atacar la ciudad por tierra y por agua, así que comenzaron los trabajos para construir 13 bergantines y mandó traer de Veracruz todos los materiales que conservó de las naves que había hundido en 1519.
La construcción de los bergantines estuvo a cargo del maestro armador Martín López, quien dirigió a indígenas y españoles para apresurar la tarea.
En enero de 1521, Cortés y sus aliados tlaxcaltecas marcharon sobre Texcoco para establecer su cuartel general a orillas del lago y terminar de ensamblar los bergantines.
Ixtlilxóchitl, señor de Texcoco, recibió con los brazos abiertos a Cortés y a los tlaxcaltecas y ordenó la construcción de un canal donde pudieran terminar de armar los bergantines y votarlos.
El 28 de abril de 1521, 12 de las 13 embarcaciones fueron votadas en el lago de Texcoco.
Estaban arpilladas, con lo que el daño que provocarían sería severo.
Cortés sabía que los bergantines jugarían un papel fundamental en el ataque sobre Tenochtitlán, así que se puso él mismo al frente de su flota y envió a sus mejores capitanes a que avanzaran por tierra.