Mis últimos minutos a bordo del "barco lobo".
"Ya estamos en el golfo", me dijo uno de mis compañeros cuando me levanté a almorzar, el 26 de febrero.
El día anterior había sentido un poco de temor por el tiempo del golfo de México.
Pero el destructor, a pesar de que se movía un poco, se deslizaba con suavidad.
Pensé con alegría que mis temores habían sido infundados y salí a cubierta.
La silueta de la costa se había borrado.
Sólo el mar verde y el cielo azul se extendían en torno a nosotros.
Sin embargo, en la media cubierta, el cabo Miguel Ortega estaba sentado, pálido y desencajado, luchando con el mareo.
Eso había empezado desde antes. Desde cuando todavía no habían desaparecido las luces de Mobile, y durante las últimas veinticuatro horas, el cabo Miguel Ortega no había podido mantenerse en pie, a pesar de que no era un novato en el mar.
Miguel Ortega había estado en Corea, en la fragata "Almirante Padilla".