Al mediodía abrieron la puerta, y, cuando entramos, la gente salió agolpada de las casas para vernos, y un pregonero recorrió la ciudad voceando por una caracola.
Nos detuvimos en el mercado, y los negros desataron los fardos de telas floreadas y abrieron los tallados cofres de sicomoro.
Y cuando terminaron su tarea, los mercaderes expusieron sus extrañas mercancías, los lienzos encerados de Egipto y los pintados del país de los etíopes, las esponjas púrpura de Tiro y los azules tapices de Sidón, las copas de frío ámbar y los delicados vasos de cristal y las curiosas vasijas de arcilla cocida.
Desde la techumbre de una casa un grupo de mujeres nos acechaba. Una de ellas llevaba una máscara de cuero dorado. »
Al primer día vinieron los sacerdotes a traficar con nosotros, al segundo día vinieron los nobles, y al tercer día vinieron los artesanos y los esclavos. Esta es su costumbre con todos los mercaderes mientras permanecen en la ciudad. »
Nosotros permanecimos durante una luna, y cuando estaba en menguante, cansado, vagué por las calles de la ciudad y llegué al jardín de su dios.
Los sacerdotes, con sus vestiduras amarillas, caminaban en silencio entre los verdes árboles, y sobre un pavimento de mármol negro se levantaba el rosado templo donde habita su dios.
Las puertas estaban revestidas de laca, con toros y pavos reales labrados en oro repujado y bruñido. La techumbre era de porcelana verde mar, y los aleros salientes estaban festoneados de menudas campanillas. Al pasar volando las blancas palomas las rozaban con sus alas, haciéndolas tintinear. »
Frente al templo había un estanque de agua clara, pavimentado de ónice veteado. Me tendí al borde, y con mis dedos pálidos acaricié las anchas hojas. Uno de los sacerdotes vino hacia mí y permaneció de pie a mi espalda.
Llevaba puestas unas sandalias, una de suave piel de serpiente y la otra de plumas de ave. Estaba tocado con una mitra de fieltro negro adornada con medias lunas de plata. Siete medias lunas amarillas estaban también bordadas en su vestidura y su rizada cabellera estaba teñida con antimonio. »