Primera parte.
LOS VALLADOS.
Año 3 de la Era Crítica. Distancia que separa a la flota trisolariana de nuestro Sistema Solar: 4,21 años luz
«Menuda pinta de antigualla...» Eso fue lo primero que pensó Wu Yue al ver el Dinastía Tang, el gigantesco buque de guerra en construcción que tenía delante.
Aun sabiendo que las numerosas manchas que hilvanaban el casco casi terminado eran consecuencia de la elaborada técnica de soldadura a gas (empleada para unir las placas de acero al manganeso que lo formaban), y que estas desaparecerían bajo una capa de pintura gris, era incapaz de imaginar lo sólido e imponente que resultaría el barco.
Acababa de concluir el cuarto ejercicio de adiestramiento de la flota. Durante los dos meses que había durado, tanto Wu como el otro oficial al mando del navío, Zhang Beihai, de pie a su lado, habían soportado estoicamente una situación incómoda: mientras las formaciones de destructores, los submarinos y las naves de abastecimiento iban y venían, la posición del Dinastía Tang, aún en construcción, era ocupada de forma provisional por el buque escuela Zheng He; en caso contrario permanecía vacía.
Durante esas humillantes sesiones de entrenamiento, Wu solía perder la mirada en la extensión de agua que debía ocupar.
Su superficie, a veces segada por las estelas de los otros barcos, subía y bajaba con la misma virulencia que su humor. En más de una ocasión se había preguntado si realmente algún día aquel espacio vacío llegaría a ser ocupado.
Ahora que lo tenía cerca, y a pesar de que aún se estaba construyendo, el Dinastía Tang le pareció tan obsoleto como decrépito. Tenía la sensación de hallarse ante una gigantesca fortaleza abandonada desde hacía mucho tiempo, cuyo cuerpo manchado fuera de ladrillo, y las lluvias de chispas que de él brotaban, enredaderas.
Aquello le recordaba a una excavación arqueológica. Wu, quien no quería que sus pensamientos divagaran por esos derroteros, fijó la mirada en Zhang.