La ñ, esa particular letra que forma parte integral del alfabeto español, es mucho más que un simple signo gráfico al que simplemente estás acostumbrado.
Pero a lo largo de los siglos, se ha convertido en el símbolo que representa a toda una lengua y un distintivo que claramente nos identifica a los hispanohablantes en el mundo entero.
Pero, ¿cuál es el origen de este grafema tan singular?
Entérate qué hay detrás de la historia del surgimiento y evolución de esta letra y por qué se hizo tan indispensable en nuestro idioma.
Para comprender la historia de la letra ñ, debemos remontarnos en el tiempo a la Edad Media, en la época en que el latín venía de ser la lengua dominante en la Península Ibérica y comenzaban a surgir los proto-dialectos que más tarde darían forma a los idiomas que se hablan hoy en la región.
En el latín clásico, la combinación de dos n era común para representar el sonido de una n más largo o sostenido.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la evolución propia del romance peninsular, esta doble consonante comenzó a pronunciarse de forma más nasal y palatal, dando lugar a un sonido único que no existía en el latín original y tampoco tenía una representación gráfica precisa en su alfabeto y era precisamente el sonido de la ñ actual.
Esta característica en pronunciación no era exclusiva del castellano, sino que era común en casi todos los dialectos romances que se estaban formando en la Europa occidental, por esta razón, también encontramos este mismo sonido en otros idiomas derivados del latín como el francés, el italiano, el catalán y el portugués, entre otros.
Los escribas medievales que habitaron la península ibérica, enfrentados a la necesidad de representar este nuevo sonido, comenzaron a experimentar con diferentes grafías.
Inicialmente, hacia el siglo IX, estos escribas habían adoptado la forma original del latín con doble n para representar el sonido de la Ñ en auge, de tal forma que era común escribir caña, año y doña con esta doble n.