Remedios, la bella, que parecía indiferente a todo, y de quien se pensaba que era retrasada mental, no fue insensible a tanta devoción, e intervino en favor del coronel Gerineldo Márquez.
Nunca hasta entonces había estado enamorada, y su cariño tenía todo el fuego de un primer amor, pero su edad y su carácter le daban una firmeza que no suelen tener los amores primeros.
Amaranta se sentía turbada por la perseverancia, la lealtad, la sumisión de aquel hombre investido de tanta autoridad, que, sin embargo, se despojaba de sus armas en la sala para entrar indefenso al costurero.