Los muebles se hallaban desparramados en todas direcciones; los estantes, desmantelados; los cajones, abiertos, como si aquella dama lo hubiese registrado y saqueado todo antes de su fuga.
Cuando Marilla regresó en busca de la luz, sólo unas mezquinas ropas de vestir desparramadas por el suelo y un bulto en el lecho indicaban que había alguien en el cuarto.