Cambiaron con el hijo mayor, que ya esperaba a su quinto retoño y apenas podía moverse en aquellas tres habitaciones; en cambio, para los padres les sobraba, y era tan soleado el pisito nuevo, tan alegre.
Un soleado domingo, en Chicago, varios antiguos compañeros de clase que habían sido buenos amigos en la escuela se citaron para almorzar después de haber asistido la noche anterior a la reunión de su escuela superior.