Érase una vez, hace muchos pero muchos años, existían tres reyes que además de ser muy sabios, se decía que eran magos, porque sabían interpretar las estrellas.
Sus nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar.
Melchor vivía en Europa, era muy sabio y escribía libros contando sus viajes.
Gaspar que reinaba en Asia era conocido por su gran bondad.
Y Baltasar desde África era muy querido porque siempre sabía cómo ayudar a los demás.
Un día estando en su palacio, mientras miraban las estrellas, los tres descubrieron que había una en particular que brillaba más que ninguna.
Todos tomaron sus mejores ropas con telas brillantes y finas joyas para emprender emocionados un gran viaje, siguiendo aquella reluciente estrella, acompañados de sus animales, un caballo, un dromedario y un elefante.
Al cabo de unos días de viaje, los tres reyes magos se encontraron en el camino y comenzaron a hablar de aquella nueva estrella que los atraía poderosamente.
Juntos descubrieron que ella les llevaría al nacimiento de un nuevo rey, un rey de reyes.
Y todos estaban de acuerdo en que si visitaban a un rey, necesitaban llevar regalos dignos de su persona.