"Planta tu propio jardín y decora tu propia alma, en lugar de esperar que alguien te traiga flores". Jorge Luis Borges.
Cuando Ireneo Funes miró una copa de vino en una mesa, vio todos los brotes, racimos y uvas de la vid.
Recordó las formas de las nubes en el sur a la madrugada del 30 de abril de 1882, y podía compararlos en su recuerdo con el grano veteado en el diseño de un libro encuadernado del que solo había visto una vez, y con las líneas en la espuma que uno remo alzaba en el río Negro en vísperas de la batalla del Quebracho.
En el cuento Funes el memorioso, Jorge Luis Borges explora como sería tener un recuerdo perfecto.
Su personaje no solo recuerda a todo lo que ha visto, pero cada vez lo ha visto en perfecto detalle.
Estos detalles son tan abrumadores que Funes tiene que pasar sus días en un cuarto oscuro y solo puede dormir imaginando una parte de la ciudad que nunca ha visitado.
Según Borges, los recuerdos de Funes incluso lo hicieron incapaz de pensar realmente porque pensar es olvidar una diferencia, generalizar, abstraer... En el mundo excesivamente repleto de Funes, no había más que detalles.
La memoria ilimitada de Funes fue sólo una de las muchas exploraciones del infinito de Borges.
Nacido en Argentina en 1899, admiraba los revolucionarios de la familia de su madre, pero tomó después, el clan de libros de su padre.
Su cuerpo de ensayos, poemas e historias, o como él los llamó: ficciones, fue pionero del estilo literario de "Lo real maravilloso", conocido también como Realismo Mágico, y cada una tenía solo unas pocas páginas.