Quizá es este un momento en el que,de forma más necesaria, precisamos valor y esperanza.
Esta ceremonia,las circunstancias en las que se celebra,la experiencia de los últimos meses, son la prueba de que nada ha sido fácil.
La prueba de que hemos estado y seguimos estando sometidos -la Humanidad entera- a una presión y una tensión muy duras.
Esta crisis sanitaria ha puesto a prueba las capacidades de los Estados; ha mostrado sus debilidades y carencias como también sus fortalezas; e igualmente la trascendencia de los altos valores que deben regir la vida democrática; la importancia que,para todos,sin distinción alguna, tienen la solidaridad,la unión,en definitiva, el afecto.
El valor de estrechar la mano,de un abrazo, de una caricia… Un afecto que entre todos hemos cultivado a lo largo del tiempo y que nos enlaza y nos atraviesa, dándonos vida.
El año pasado nuestra premiada de Investigación Científica y Técnica,la argentina Sandra Myrna Díaz, dedicó su premio precisamente "a todos los frágiles -nos dijo-, de cuyo amoroso batallar depende hoy y dependerá en el futuro la persistencia del tapiz de la vida".
Frente a tanta pérdida,tanta incertidumbre y tanto pesar, han renacido en nosotros también otros sentimientos y actitudes positivas que quizá en demasiadas ocasiones parecían adormecidos.
Y por eso decía que más que nunca necesitamos valor y esperanza.
Con estas armas en nuestra mano, ese "amoroso batallar" que quería Sandra Myrna será -estoy convencido- más fácil.
Porque de esa colaboración mutua depende,más que nunca,nuestro hoy y nuestro futuro; el de nuestro país,el de nuestra Europa y el del Mundo entero.