Yo quería volver a mi casa, quería ser obediente y seguir estudiando; pero él me dijo: ¿Por qué quieres fastidiarte pensando en estudiar y en ir a la escuela?
Desde ese instante, Ana fue tan obediente y quedó tan silenciosa, que su mudez puso nerviosa a Marilla, como si se hallase en presencia de algo no natural.
Los muchachos que atienden amorosamente a sus padres en la miseria y en la enfermedad, merecen siempre ser queridos, aunque no se les pueda citar como modelos de obediencia ni de buena conducta.
Ya, ya caigo -respondió don Quijote- en ello: tú quieres decir que eres tan dócil, blando y mañero que tomarás lo que yo te dijere, y pasarás por lo que te enseñare.