Como había heredado de su padre una haza, algunas aranzadas de olivar y una casita en el pueblo, y como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto desahogo.
Ante su vista se extendían campos, sembrados y jardines llenos de florecillas… Y una preciosa casita blanca, a través de cuyas abiertas ventanas se veía una mujer preparando la comida del día.