Pizarro y García, a la cantina. Ruiz y Albadalejo, a las taquillas. Vosotros a las oficinas y vosotros dos a los urinarios. Vamos, todos cagando leches — gritó alguien con rabiosa autoridad.
O sea, tiene que bajar la rabia para que uno por fin pueda verse y decir, qué ridículo era yo, tan enfadado y tan enojado y tan rabioso contra alguien.