No debe detener sólo a los soldados rasos que han cometido asesinatos o violaciones, sino que debe detener también a los comandantes y dirigentes que les dieron órdenes al respecto.
El Gobierno se encontró además con otra dificultad debido a que los soldados rasos de las fuerzas armadas sudanesas procedían en su mayoría de Darfur, y probablemente eran reacios a combatir contra “su propia” gente.
Su traje era de raso gris, la falda y las anchas mangas de bullones estaban bordadas con plata, el rígido corpiño adornado con hileras de perlas finas.
Habían hecho la siesta sentadas, sin que nadie las despertara para quererlas, y seguían esperando al murciélago sideral bajo los ventiladores de aspas atornilladas en el cielo raso.