Sólo esa larga vida arrastrada que tuve, llevando de aquí para allá mis ojos tristes que siempre miraron de reojo, como buscando detrás de la gente, sospechando que alguien me hubiera escondido a mi niño.
Y unos segundos después yo oí un estruendo por el lado izquierdo y logré pues a reojo mover la cabeza de la izquierda y ver que venía un carro encima hacia nosotros.