Todo esto se hace al mismo tiempo: bajamos la punta de la lengua, aplastamos la parte posterior contra el paladar, dejamos salir el aire por la nariz y hacemos vibrar las cuerdas vocales.
No solo porque se le congelaba y dejaba de funcionar, sino porque tenía que contener la respiración antes de sacar las instantáneas, ya que de otra manera el aire que él emanaba le arruinaba las fotos.
Terminado el estudio, hacía quince minutos de ejercicios respiratorios en el baño, frente a la ventana abierta, respirando siempre hacia el lado por donde cantaban los gallos, que era donde estaba el aire nuevo.