Como no podía hablar, a Orlando ni siquiera lo identificaban como sordo, sino que se referían a él como " el mudo" de la familia, al que era difícil entenderle.
Fernanda no supo nunca, ni se tomó el trabajo de averiguarlo, si su silencio pétreo era una determinación de su voluntad, o si se había quedado rauda por el impacto de la tragedia.