Así que yo me he basado en eso para imaginar cómo aquella gente realizó la monumental hazaña de mover esas enormes piedras 30 kilómetros hasta Stonehenge.
Al fin se rindió; cerró más el ángulo de abordaje, y sumó sus últimas fuerzas para alcanzar el borde de la canal, que rasaba los peñascos del Teyucuaré.