Me hubiera gustado llevar a pescar al gran Di Maggio -dijo el viejo-. Dicen que su padre era pescador. Quizá fuese tan pobre como nosotros y comprendiese.
Trataron el asunto bajo la presión de las prisas de Grau por desposar a Isabel, agobiado por el temor a que esos nobles, siempre caprichosos, se arrepintieran.
Miró al cielo y vio la formación de los blancos cúmulos, como sabrosas pilas de mantecado, y más arriba se veían las tenues plumas de los cirros contra el alto de septiembre.
La gente se ciega con su fortuna y con su importancia o le temen por sus distinguidos y soberbios modales, y le ven sólo como a él se le antoja que le vean.
La observación le hizo a Darcy muy poca gracia, pero se contuvo y contestó fríamente que no le había notado más variación que la de estar tostada por el sol, cosa muy natural viajando en verano.