Él, por supuesto, también se empapó, pero cuando acabó la tormenta y su piel se secó bajo los rayos de sol, se puso de nuevo la ropa seca y retomó el camino.
Me había hecho un sedal con un poco de cuerda pero no tenía anzuelos; no obstante, a menudo cogía suficientes peces, tantos como necesitaba, y los secaba al sol para comerlos secos.