Tantas viudas de su vida, desde la viuda de Nazaret, habían hecho posible que él vislumbrara cómo eran las casadas felices después de la muerte de sus maridos.
Les daba el consuelo de que, a pesar de las apariencias, todos somos iguales y queridos, y que después de la muerte, en lugar de una tumba fría, nos espera un posible final feliz.