América Latina, con sus selvas impenetrables, con sus montañas inaccesibles, sus mares tormentosos, es una tierra de prodigios naturales y de confluencias culturales.
Se hizo un ovillo y con los brazos prensados entre las piernas recogidas, apretó la cabeza en las almohadas para dar tregua al relampagueante herir de sus ideas.
Cuando levanté el brazo y empecé a agitar la camisa, oía perfectamente, por encima del ruido de las olas, el creciente y vibrante ruido de sus motores.
Desde el oblicuo ángulo desde el que lo veía parecía que el obelisco no tuviera base... y estuviera balanceándose en el sombrío cielo como si flotara sobre un agitado mar.
Se había precipitado una tormenta de verano mientras nadábamos, el mar estaba revuelto, y una muchedumbre de pájaros carniceros revoloteaba con chillidos feroces sobre el reguero de pescados moribundos en la playa.
Hemos pasado apenas de las 48 horas de la primavera total a este tiempo otoñal, el mar embravecido hoy, apenas nadie en el agua dándose un chapuzón, ni siquiera los habituales.
Y la corriente la arrebató de las olas, y la espuma de la marejada, y la playa la recibió, y a sus pies vio tendido el joven pescador el cuerpo de la sirenita.
La verdad, nunca publicada hasta entonces, era que la nave dio un bandazo por el viento en la mar gruesa, se soltó la carga mal estibada en cubierta, y los ocho marineros cayeron al mar.