El desastre, cuya naturaleza y magnitud no tienen precedentes, fue correspondido con una solidaridad mundial sin precedentes hacia las poblaciones afectadas.
En el siglo III a. C. Hierón, rey de la ciudad de Siracusa, eligió a Arquímedes para supervisar un proyecto de ingeniería de una escala sin precedentes.
Remató sus gallos al mejor postor, reclutó hombres y compró herramientas, y se empeñó en la descomunal empresa de romper piedras, excavar canales, despejar escollos y hasta emparejar cataratas.
De regreso a casa se encerró en el cuarto a llorar, indiferente a las súplicas y explicaciones de don Fernando, tratando de borrar la quemadura de aquella burla inaudita.
Uno de ellos fue el Proyecto Manhattan, un esfuerzo conjunto entre científicos estadounidenses y británicos para construir un arma sin precedentes y con un poder de destrucción nunca antes visto.
No hubo una sola persona, ni pobre ni rica, que no hubiera participado de algún modo en la parranda de mayor escándalo que se había visto jamás en el pueblo.
Nunca había sido tan implacable como en aquel momento en que yo, sentado en el fondo de la balsa, trataba de romper la carne verde y brillante con las llaves.
El prestigio de su desmandada voracidad, de su inmensa capacidad de despilfarro, de su hospitalidad sin precedente, rebasó los límites de la ciénaga y atrajo a los glotones mejor calificados del litoral.
Ya en este tiempo estaban el Duque y la Duquesa puestos en una galería que caía sobre la estacada, toda la cual estaba coronada de infinita gente, que esperaba ver el riguroso trance nunca visto.
La obra llegará a Francia en las próximas semanas. Será acogida con toda la pompa de un acto oficial en el Pompidou, uno de los museos de arte contemporáneo más visitado del mundo.