Los esfuerzos internacionales deben concentrarse en el diseño de un régimen mundial amplio, basado en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas.
Pero si queremos defender decididamente los principios y mandatos de la Organización, entonces la reforma es fundamental para que sea más representativa y eficaz.
Y es que la intolerancia es un fenómeno transfronterizo mundial, razón por la cual necesitamos con tanta urgencia a las Naciones Unidas de nuestro lado.
La Comisión Consultiva ha alentado siempre una mayor utilización de los Voluntarios de las Naciones Unidas en las operaciones de mantenimiento de la paz, según proceda.
También debemos reformar el Consejo Económico y Social, para ponerlo en condiciones de aplicar de manera eficaz el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Debe aprovecharse mejor el potencial de las Naciones Unidas y de las organizaciones regionales pertinentes a fin de abordar esa amenaza tan peligrosa para la humanidad.
Esa función podría cumplirse mejor si la Asamblea General asumiera un papel más activo de cara a la finalización de los dos convenios objeto de discusión.