Hay quien dirá —ante esos retos económicos, sociales y ambientales— que nuestros objetivos son demasiado ambiciosos e idealistas, pero el idealismo realista es lo que da pasión a la acción concertada.
Ya habían quedado muy lejos el grito de Hidalgo y las andanzas de Allende y Aldama, los sentimientos de la nación de Morelos, las batallas de Matamoros y Galeana o el idealismo de Javier Mina.
En el siglo XVII, frente al idealismo y el optimismo del Renacimiento, surge el escepticismo y el pesimismo del barroco. Comienza una lenta pero progresiva decadencia del imperio español en el campo militar y diplomático.