Es decepcionante que la Conferencia de Desarme no haya logrado iniciar negociaciones sobre un tratado de prohibición de la producción de material fisionable.
Nos decepciona que la participación de los científicos marinos de los países en desarrollo en la investigación científica marina sea cada vez más marginal.
Resulta desalentador que no se haya terminado de preparar el proyecto de convenio general por unas pocas cuestiones pendientes, incluida la definición del terrorismo.
Resulta desalentador que las enérgicas respuestas iniciales y los esfuerzos subsiguientes para poner fin a la crisis hasta la fecha no hayan dado los resultados deseados.
De hecho, durante el debate general, una abrumadora mayoría de Estados se refirió a su frustración ante el insostenible estancamiento en la Conferencia de Desarme.
Es decepcionante que la reciente Cumbre Mundial no haya aprovechado la oportunidad de elaborar una declaración política en la que se definieran los actos de terrorismo.
Nos decepciona que en el Documento Final de la Cumbre Mundial no se mencione el desarme y el compromiso de los Estados en materia de no proliferación de armas nucleares.
Decepciona que los comités se circunscribieran al crimen de violación y no dieran curso a los casos en que se denunciaban otras formas de abuso sexual, incluido el intento de violación.
Si bien nos complace la Reunión Plenaria de Alto Nivel que concluyó recientemente, nos decepciona el hecho de que el Documento Final no lograra hacer ninguna referencia al desarme y la no proliferación.
De hecho, muy a nuestro pesar, las consultas sobre la reforma del Consejo de Seguridad que hemos tenido a lo largo de los últimos meses se han centrado en el tema de la ampliación del mismo.
Entonces empezó el viento, tibio, incipiente, lleno de voces del pasado, de murmullos de geranios antiguos, de suspiros de desengaños anteriores a las nostalgias más tenaces.
Me indignaba que ese instrumento, que algún día produjo la irrecuperable voz de Beatriz, pudiera rebajarse a receptáculo de las inútiles y quizá coléricas quejas de ese engañado Carlos Argentino Daneri.
Dos días después de la sustitución del vino, mientras desayunábamos, mi hermano me hizo caer en la cuenta con una mirada de desencanto que la botella envenenada estaba intacta en el aparador.
Sin embargo, siempre tuvo bastante serenidad para darse cuenta de que no eran recuerdos de amor, ni de arrepentimiento, sino la imagen de un sinsabor que le dejaba un rastro de lágrimas.
Me dijo que sabía que había fracasado en historia y que había nacido para ser una desilusión para sus padres y que volvería en el tren de la mañana, porque sería más fácil ser carpintero que ministro.
Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor.