Las zonas comunes de acceso eran elegantes y bien distribuidas; la escalera, sin se demasiado ancha, tenía una hermosa barandilla de forja que giraba con gracia al ascender los tramos.
Dunraven dijo que en el interior de la casa había muchas encrucijadas, pero que, doblando siempre a la izquierda, llegarían en poco más de una hora al centro de la red.
Caminó muy rápido hasta el edificio de los oficiales y allí dobló; estaba solo a diez metros de la enfermería y apenas distinguía sus muros: la neblina había borrado puertas y ventanas.