Se queman porque antiguamente, los carpinteros tenían la tradición de quemar objetos viejos para despedir el invierno y dar la bienvenida a la primavera.
Al oírse llamar fideos por tercera vez perdió Gepeto los estribos, se arrojó sobre el carpintero, y de nuevo se obsequiaron con una colección de coscorrones, pellizcos y arañazos.
Después de mucho buscar, encontré el arcón del carpintero que, ciertamente, era un botín de gran utilidad y mucho más valioso, en esas circunstancias, que todo un buque cargado de oro.